La última jornada electoral en Colombia
(el plebiscito) arrojo que un 20% demostró ser de extrema derecha, otro 20%
de fracciones centro-izquierda, y un 60% fue indiferente de los dos anteriores.
Los dos extremos juntos son minorías respecto de los indiferentes, puesto que
con el 20% ambos se autoproclaman vencedores, adalides de la democracia y de la
lucha contra la corrupción, se etiquetan como representantes de la paz y la
justicia social. Pero ni unos ni otros hablan de un nuevo contrato social y
político para acabar la corrupción, la miseria, el desempleo, en fin, hacer un
mejor país para todos.
Ningun candidato a cargos publicos habla de frente, ni con sensatez, acerca de como pretende superar el criminal sistema capitalista ni cómo van a superar las
fallidas experiencias socialistas. No dicen ni pio si se comprometen o no, con el pueblo o con con el esquema capitalista al servicio de los mismos criminales financieros de siempre
y responsable de la miseria histórica de nuestros pueblos, o si embarcan en la
sacralización de un socialismo aventurero y temido por muchos colombianos. Dan por sentado que sus propuestas son verdad absoluta y los electores han de tragarlo entero. Ni
izquierdistas ni derechistas dicen que ni cómo van a evitar una economía
reduccionista y especulativa para poder hacer una economía real basada en
riqueza real, donde los productores reales de las riquezas no sean objeto del
pillaje histórico a que han sido sometido los pueblos, o de torpezas por faltas de asesoria o arbirtrariedades impetuosas. Sin embargo, todos hablan el lenguaje
del odio porque eso les rinde frutos rápidos, fáciles y tiene como accionistas
a los mercaderes del crimen y a los mercadees de la fe. Nadie habla resolver el
problema del fanatismo religioso, que no es diferente del fanatismo socialista
ni del fanatismo capitalista.
Saben porque no hablan de ello.
Porque no saben hacer otra cosa que ser fieles a su doctrinismo (religioso o
ideológico, capitalista o socialista). No saben un ápice de que hemos de hacer,
y si saben lo callan por temor a que los fieles de sus feudos los acusen de ser
infieles a su grupismo o partido: a las buenas costumbres, la familia, la
tradición y la patria dirán los cavernícolas religiosos, al socialismo puro y
sagrado dirán los anquilosados en el Neocomunismo, a las libertades (de escoger
lo que quieran los efectistas) dirán los fieles del capitalismo como panacea
Neoliberal. Los que si saben, como Rodolfo Llinas y muchísimos académicos en
Colombia y el mundo, están callados por unos y otros, reina así, el reduccionismo
doctrinario.
Los uribistas tienen gran ventaja porque
operan como una religión: tienen un solo dios y una verdad suprema, son fieles
a la corrupción como si fuera salvación eterna, bastaría con que a cualquier
corrupto se le lave bien las manos y la cara y listo, tiene garantizado un 20%
de arrancada. En cambio, el 20% de la izquierda está más fragmentado que bulto
de canela, tiene más dioses que los hindúes (que tienen más de dos por cada
habitante del planeta). Ni unos ni otros, ni izquierdistas ni derechistas se
molestarán en hablar de un contrato social y político mientras los electores
sean fieles a los torcidos y corrupciones de ambos bandos de ineptos.
Hagamos un trato entre personas de la
civilidad que no estemos obsesionados con cargos políticos electorales, y que
creamos que podemos hacer de nuestra Colombia una nación prospera, pacifica,
armónica, y justa, de la que todos en el mundo quiera venir a visitar, a
aprender de nuestra pujanza, nobleza, inteligencia social, y de nuestro potencial
para construir bienestar tanto como para proteger este nuestro hogar
planetario. Esa tarea no la van a emprender los desquiciados corruptos, ni los
viciados lideres habituados a las tiranías, el mesianismo o el caudillismos;
esa tarea no la van a efectuar los vástagos de quienes han expoliado la nación
durante décadas de manera fácil e impune; esa tarea no es función de políticos
viejos con mañas viejas y nuevas, ni es propio de políticos nuevos con mañas
nuevas y viejas. Los nuevos políticos demostraran sus probadas cualidades bajo
la obediencia a las ingentes necesidades de la nación, debe atender al nuevo
contrato social y político construido por la sinergia de electores procedentes
de ambos bandos, uribistas e izquierdistas (40% sumados los dos bandos) tanto
como del grueso mayoritario de electores resentidos con la democracia (60%).
De hecho, esto es un desafío, público y
abierto, a demostrar que ninguno de los sacralizados líderes de ambos bandos no
saben qué hacer frente a los problemas reales de los colombianos. Desafiemos a
Petro, a Uribe, a Vargas Lleras, a todos los de la izquierda, a los de centro y
de derecha para que digan qué y cómo van a resolver tal fenomenología bajo un
contrato social y político que les impida llevar al país por las sendas de la
decadencia capitalista o de las fallas socialistas. No van a responder ni
tienen porque hacerlo, y la razón es una sola: no saben. No saben y aun así
tienen una rabiosa feligresía que los sigue sin saber que su líder no tiene la
menor intención de comprometerse a dar resultados reales para construir
riquezas reales en nuestra nación, y no se comprometen con dicho pacto social y
político porque, valga reiterarlo, no saben cómo resolverlo. El pacto social y
político debe cortarle las alas al mesianismo para que no puedan prescindir del
saber que salva (las ciencias o de los científicos y académicos que
proliferan), y para que los lideres actúen como dirigentes capaces de construir
lo que se necesita, lo que se le ordena, y lo que se debe construir para
beneficios de la nación y no para alegrar un 20% de electores, unos
mercaderes financistas, o un sistema social sacralizado.
A Colombia la cambiamos juntos no
fragmentados, la sinergia de inteligencia cultural proviene desde abajo y no
desde los corruptos o fragmentos tradicionales. A Colombia la tenemos
que cambiar al discernir uniendo lo que nos resuelve problemas comunes, que nos
llena de coraje y nos lanza al emprendimiento; pero también, al prescindir o
apartando lo que siembra odio, miedo, miseria, corrupción, ese emprendimiento
no es tarea de los derechistas (seguidores de Uribe, Lleras, Santos, etc) es
tarea de todos unidos (derecha, centro, izquierda), es tarea de civiles y no
civiles, de ateos y teistas, de hombres y mujeres, de nuestros guerreros,
soldados, policías, guerrillas. Esta tarea no exclusiva de Colombia, igual al
resto de Americalatina, que sufren la misma patología, aquí o allá, en
Venezuela, Brasil, Argentina y demás países, la prosperidad y la paz es entre
contrarios unidos y sin fanatismo.
No hemos de ser fanáticos, urge
desprenderse de la fidelidad al fanatismo (sea religioso o
ideológico-político), quienes odian y temen creen que cambiar de ideas
fanáticas los hace infieles. Somos inteligencia cultural. No juntaremos fanatismo
con nuestras visiones. Los corruptos suelen sacralizar ideas (sea capitalistas
o socialistas) para dividirnos, esos deben pagar por la corrupción y sus
crímenes. A los electores solo nos une la inteligencia colectiva en propósitos
soberanos, y no en odios para beneficio de tiranos, corruptos y saqueadores
foráneos. No habiendo fanatismos que nos fragmenten y sometan al dominio de
mafias globales, estaremos dando marcha
a la construcción de la nación más pujante, prospera, feliz, y,
productiva de América en las últimas décadas. Académicos socialistas y
capitalistas, creyentes y ateos, trabajaremos unidos por un solo propósito: es
tiempo de sensatez, de paz, armonía, de amor-respeto-protección entre todos,
para todos, y para nuestro único hogar planetario.