Dicen que votar no
cuesta nada. Lo que cuesta es decidir lo justo. Es escoger la dignidad de ser y
la soberanía colectiva; es escoger el amor, el respeto y la protección de toda
vida; es optar por la protección al planeta único en que habitas. Es decidir
por la paz y la vida productiva; es respeto a la diversidad multicultural,
etnias, opiniones, credos y raza; es prescindir lo que desune y discernir lo
que une; es la constante superación del doctrinismo, o sea, los preceptos
ideológico-doctrinarios que fundamentan todo conflicto y toda guerra.
La decisión errada
de una persona es una simple desviación a escala individual, pero es una
tragedia a escala plural o colectiva, es un costo sin proporciones que lo pagan
los demás congéneres hayan o no ejercido su derecho a votar. Un numero plural
de erradas decisiones conforman el estado de opinión defenestrador, cuyo líder
suele ser un tirano con verdad suprema a bordo, así estará dado el terreno
fecundo para arrasar un enemigo real o ficticio, una idea u opinión contraria,
es el terreno ideal para que impere la lingüística de terror contra toda
opinión diferente o disidente. A escala global-histórica Hitler contaba con la
opinión mayoritaria que llevo a una guerra totalitarista contra la dignidad
humana y los pueblos. Álvaro Uribe y Fujimori son apenas un remedo defectuoso
de Hitler, y valga las proporciones, han sido potenciales criminales en
ejercicio del poder defenestrador.
Los tiranos y sus
fieles, esa mansedumbre de ovejas que siguen un precepto de exclusión o
eliminación a supuestos contrarios, siguen un precepto doctrinario, dogmático,
político-ideológico, étnico y racial. Los líderes de la masa adoctrinada y sus
feligreses escogen suprimir la dignidad de ser y la reemplaza por la feligresía
o estado de felonía, ser protegido por el perpetrador, algo así como decirle a
la hiena “cuídame esta presa”. Fieles y perpetradores devienen terror supremo y
obediencia debida, entonces ambos optan por suprimir la soberanía colectiva y
reemplazarla por la dictadura de la verdad suprema, donde su líder dotado de
supuesta inteligencia superior es amo y señor de toda tierra, toda alma, toda
existencia y todas las verdades de la comarca.
Fue así como los terroristas parapolíticos
en Colombia instauraron como cultura el odio, deponen o anulan toda sensibilidad humana (el amor, el respeto y la
protección de toda vida) para hacer imperar la cultura del panóptico, donde
predomina el hampa, el saqueo, el pillaje: donde el crimen paga. Esta cultura
del panóptico da soporte a las políticas hegemonistas de seguridad democrática,
que consiste en mayor pie de fuerza y represión en ejercicio de la verdad
suprema, cual dios que castiga y alecciona.
La defenestración sistémica. El terrorismo
sistémico y parapolítico asesina muchos para aterrorizar a millones (crímenes
legitimados con eufemismos de falsos positivos en Colombia por Uribe), asesina
miles de personas de hambre, de injusticia social, de violencia callejera, de corrupción
y desempleo para asegurarse el poder con políticas de seguridad. Estos terroristas optan por ceder plena
potestad a las corporaciones para defenestrar el planeta a su antojo
(explotaciones mineras, destrucción de recursos naturales, destrucción de
derechos colectivos y derechos humanos) con lo cual soportan a los terroristas
corporativos (unión del terrorismo corporativo con los terroristas
parapolíticos o mercaderístas) sobreponen su sinergia criminal por encima de la
dignidad de gentes y la protección al planeta único en que habitamos todos.
Los terroristas
corporativos aliados y unidos en una sola fuerza con los terroristas
parapolíticos en Colombia suprimen todo precepto de paz y vida productiva en
beneficio de los pueblos; destruyen e irrespetan a la diversidad multicultural,
toda etnia, toda opinión credo y raza en procura de erigir la supremacía del
terrorismo corporativo.
Los terroristas corporativos son nostálgicos
del poder criminal que los ha sublimado como verdad suprema de las masas de
feligreses alienadas, unidos a los terroristas parapolíticos en Colombia, estos
apuntan a todo cuanto desune y se niegan a discernir lo que une. No están de
acuerdo con nada que conduzca a descubrir la estructura del terrorismo
corporativo y/o parapolítico que han construido; jamás estarán dispuestos a
reconocer los defectos de su supuesta verdad suprema o macabro doctrinismo. En
efecto, nadie está más convencido que los fieles y estos terroristas de sus
retorcidos preceptos ideológico-doctrinarios, y porque razón no van a estarlo,
si esa es la única vía para perpetuar su poder, por lo cual crean las bases
para los próximos conflictos y guerras.
Este cartel corporativo-monetario tiene
en su haber un paraíso donde pacen los fieles de su feudo. Un paraíso no es
posible sin un mito, un mito no es posible sin una verdad suprema, una verdad
suprema no es posible sin fieles. Sin fieles no hay lucha de contrarios, sin
lucha de contrarios no hay conflictos ni guerras estúpidas, y sin conflictos ni
guerra no hay terroristas “buenos o malos”, y puesto que bueno es lo que me
conviene quien tiene poder determina lo que es “bueno o malo” y punto.
Decidir votar es
optar por la protección al planeta único en que habitas…decidir lo que es bueno
o malo podría ser una decisión sujeta a tu dignidad de ser o sujeta a tu
feligresía doctrinaria. Si eres un desnaturalizado decidirás en función de tu
feligresía, o sea, en pro de los intereses de tu perpetrador y del terrorismo
corporativo que ha hecho prevalecer la defenestración planetaria y la
defenestración del ser, todo ello en pro del asqueroso interés de los
mercaderístas por acumular riqueza.
No decidas votar por un postulado porque tu
doctrina lo imponga, ni decidas votar a favor o contra otro postulado porque tu
doctrina lo odie o venere. Vota por el amor, el respeto y la protección a la
vida, que bien analizado es la antípoda del doctrinismo. Vota por la paz que
fecunda la prosperidad de nuestra nación, nuestra sociedad y tu propia familia.
No votes por líderes, mesías o caudillos porque los terroristas corporativistas
están prestos a eliminarlo, y con ello neutralizar el poder del pueblo,
permitiéndoles con relativa facilidad a la mafia monetaria reinstaurar la
defenestración del ser y del planeta. El mesianismo y caudillismo es además
proclive a torcerse o desviarse con relativa facilidad en la medida que no
exista un contrato social y político capaz de intervenir-deponer los
precursores nefastos de la patología de defenestración sistémica global-glocal.
Elige un nuevo
contrato social y político en tanto que plan a muy largo plazo, elige a los
planificadores que hayan construido tal plan. De tal modo que se neutralice el
ímpetu criminal del cartel monetario y terrorista global-glocal, estos barbaros
tendrían que asesinar demasiados lideres unidos en la inteligencia
social-colectiva, tendría que desarticular los procesos sinérgico-sociales, y
ello sería una tarea titánica e imposible por muy resueltos que estén
comprometidos en el crimen a gran escala.