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lunes, 13 de junio de 2016

Decidir votar


Dicen que votar no cuesta nada. Lo que cuesta es decidir lo justo. Es escoger la dignidad de ser y la soberanía colectiva; es escoger el amor, el respeto y la protección de toda vida; es optar por la protección al planeta único en que habitas. Es decidir por la paz y la vida productiva; es respeto a la diversidad multicultural, etnias, opiniones, credos y raza; es prescindir lo que desune y discernir lo que une; es la constante superación del doctrinismo, o sea, los preceptos ideológico-doctrinarios que fundamentan todo conflicto y toda guerra.

La decisión errada de una persona es una simple desviación a escala individual, pero es una tragedia a escala plural o colectiva, es un costo sin proporciones que lo pagan los demás congéneres hayan o no ejercido su derecho a votar. Un numero plural de erradas decisiones conforman el estado de opinión defenestrador, cuyo líder suele ser un tirano con verdad suprema a bordo, así estará dado el terreno fecundo para arrasar un enemigo real o ficticio, una idea u opinión contraria, es el terreno ideal para que impere la lingüística de terror contra toda opinión diferente o disidente. A escala global-histórica Hitler contaba con la opinión mayoritaria que llevo a una guerra totalitarista contra la dignidad humana y los pueblos. Álvaro Uribe y Fujimori son apenas un remedo defectuoso de Hitler, y valga las proporciones, han sido potenciales criminales en ejercicio del poder defenestrador.

Los tiranos y sus fieles, esa mansedumbre de ovejas que siguen un precepto de exclusión o eliminación a supuestos contrarios, siguen un precepto doctrinario, dogmático, político-ideológico, étnico y racial. Los líderes de la masa adoctrinada y sus feligreses escogen suprimir la dignidad de ser y la reemplaza por la feligresía o estado de felonía, ser protegido por el perpetrador, algo así como decirle a la hiena “cuídame esta presa”. Fieles y perpetradores devienen terror supremo y obediencia debida, entonces ambos optan por suprimir la soberanía colectiva y reemplazarla por la dictadura de la verdad suprema, donde su líder dotado de supuesta inteligencia superior es amo y señor de toda tierra, toda alma, toda existencia y todas las verdades de la comarca. 

Fue así como los terroristas parapolíticos en Colombia instauraron como cultura el odio, deponen o anulan toda sensibilidad humana (el amor, el respeto y la protección de toda vida) para hacer imperar la cultura del panóptico, donde predomina el hampa, el saqueo, el pillaje: donde el crimen paga. Esta cultura del panóptico da soporte a las políticas hegemonistas de seguridad democrática, que consiste en mayor pie de fuerza y represión en ejercicio de la verdad suprema, cual dios que castiga y alecciona.

La defenestración sistémica.  El terrorismo sistémico y parapolítico asesina muchos para aterrorizar a millones (crímenes legitimados con eufemismos de falsos positivos en Colombia por Uribe), asesina miles de personas de hambre, de injusticia social, de violencia callejera, de corrupción y desempleo para asegurarse el poder con políticas de seguridad.  Estos terroristas optan por ceder plena potestad a las corporaciones para defenestrar el planeta a su antojo (explotaciones mineras, destrucción de recursos naturales, destrucción de derechos colectivos y derechos humanos) con lo cual soportan a los terroristas corporativos (unión del terrorismo corporativo con los terroristas parapolíticos o mercaderístas) sobreponen su sinergia criminal por encima de la dignidad de gentes y la protección al planeta único en que habitamos todos.

Los terroristas corporativos aliados y unidos en una sola fuerza con los terroristas parapolíticos en Colombia suprimen todo precepto de paz y vida productiva en beneficio de los pueblos; destruyen e irrespetan a la diversidad multicultural, toda etnia, toda opinión credo y raza en procura de erigir la supremacía del terrorismo corporativo.
 Los terroristas corporativos son nostálgicos del poder criminal que los ha sublimado como verdad suprema de las masas de feligreses alienadas, unidos a los terroristas parapolíticos en Colombia, estos apuntan a todo cuanto desune y se niegan a discernir lo que une. No están de acuerdo con nada que conduzca a descubrir la estructura del terrorismo corporativo y/o parapolítico que han construido; jamás estarán dispuestos a reconocer los defectos de su supuesta verdad suprema o macabro doctrinismo. En efecto, nadie está más convencido que los fieles y estos terroristas de sus retorcidos preceptos ideológico-doctrinarios, y porque razón no van a estarlo, si esa es la única vía para perpetuar su poder, por lo cual crean las bases para los próximos conflictos y guerras.

Este cartel corporativo-monetario tiene en su haber un paraíso donde pacen los fieles de su feudo. Un paraíso no es posible sin un mito, un mito no es posible sin una verdad suprema, una verdad suprema no es posible sin fieles. Sin fieles no hay lucha de contrarios, sin lucha de contrarios no hay conflictos ni guerras estúpidas, y sin conflictos ni guerra no hay terroristas “buenos o malos”, y puesto que bueno es lo que me conviene quien tiene poder determina lo que es “bueno o malo” y punto.

Decidir votar es optar por la protección al planeta único en que habitas…decidir lo que es bueno o malo podría ser una decisión sujeta a tu dignidad de ser o sujeta a tu feligresía doctrinaria. Si eres un desnaturalizado decidirás en función de tu feligresía, o sea, en pro de los intereses de tu perpetrador y del terrorismo corporativo que ha hecho prevalecer la defenestración planetaria y la defenestración del ser, todo ello en pro del asqueroso interés de los mercaderístas por acumular riqueza.

 No decidas votar por un postulado porque tu doctrina lo imponga, ni decidas votar a favor o contra otro postulado porque tu doctrina lo odie o venere. Vota por el amor, el respeto y la protección a la vida, que bien analizado es la antípoda del doctrinismo. Vota por la paz que fecunda la prosperidad de nuestra nación, nuestra sociedad y tu propia familia. No votes por líderes, mesías o caudillos porque los terroristas corporativistas están prestos a eliminarlo, y con ello neutralizar el poder del pueblo, permitiéndoles con relativa facilidad a la mafia monetaria reinstaurar la defenestración del ser y del planeta. El mesianismo y caudillismo es además proclive a torcerse o desviarse con relativa facilidad en la medida que no exista un contrato social y político capaz de intervenir-deponer los precursores nefastos de la patología de defenestración sistémica global-glocal.


Elige un nuevo contrato social y político en tanto que plan a muy largo plazo, elige a los planificadores que hayan construido tal plan. De tal modo que se neutralice el ímpetu criminal del cartel monetario y terrorista global-glocal, estos barbaros tendrían que asesinar demasiados lideres unidos en la inteligencia social-colectiva, tendría que desarticular los procesos sinérgico-sociales, y ello sería una tarea titánica e imposible por muy resueltos que estén comprometidos en el crimen a gran escala.

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